lunes, 10 de marzo de 2014



(10 de marzo, 2014).- Realmente no tiene mucha ciencia, ni se requiere una técnica sofisticada pues las mujeres tenemos un talento innato para la actuación, si podemos llorar de mentiras o armar dramas, por qué no habríamos de montar un show en la cama?
La clave está en colocar los ojos como si te estuviesen haciendo un exorcismo, agitar la respiración e imaginar que la tierra tiembla, rasgar de forma salvaje las sábanas y finalizar con el infaltable grito de estrella porno: OHHHH YESSSS y si eres más religiosa puedes decir: DIOOOOSSSS MIOOOO.
Suspiro…¿Por qué será más sencillo fingir un orgasmo que decir la verdad?
Y si por un momento pensaste que el título del artículo era en serio, entonces desconoces el significado de la palabra ironía y lo más conveniente es que te prepares para digerir un escrito “algo” ácido.
Pienso que no deberíamos ser políticamente correctas y sin el ánimo de herir el EGO masculino, lo ideal sería decirle en voz alta a nuestra pareja o amante de turno, como nos gusta que nos acaricien, nos consientan y nos penetren. El gozo tiene que ser mutuo, como una especie de pirinola en la que todos ganen. Y en cierto modo, las farsantes de orgasmos se convierten en cómplices de perpetuar los malos polvos y así los tipos nunca aprenderán a complacernos.
El placer va más allá de una fórmula matemática de 2 besitos por aquí + 2 tocaditas por allá, tampoco hay que suponer que los senos se sintonizan como una radio antigua y no a todas nos gustan las palmadas en las nalgas.
Aunque no me interesa quedar nominada en la versión porno de los premios Oscar, diría mentiras si no reconozco que alguna vez lo “actué” para salir rápido de una situación incómoda donde mi supuesto Don Juan DeMarco, resultó siendo un Chayanne Emilio de mucha dinamita y poca mecha.
Mis capacidades histriónicas superaron a Meg Ryan en la escena del restaurante de “Cuando Harry encontró a Sally” y en su momento me sirvió para zafarme del sujeto iluso que creyó haber tenido una de las mejores faenas de su vida.
Con el tiempo aprendí que no es saludable fingir relaciones, fingir te quieros o fingir orgasmos, y así como estoy dispuesta a dar lo mejor de mi sensualidad y mis sentidos, así mismo espero que un hombre entienda lo complejo del placer femenino y por ende ponga toda su habilidad en hacerme feliz en esos instantes de éxtasis.  Sus esfuerzos de sudor, cuerpo y alma serán ampliamente recompensados con un polvo delicioso y sobre todo con gemidos que suenen a verdad.

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